En medio del mar de mujeres que se dieron cita en el centro de Guadalajara para participar en la marcha por el Día Internacional de la Mujer, Joan pensó por un momento que no encajaba, que no era su lugar: jugaba con sus manos, con su cabello, sonreía tímidamente mientras con la mirada buscaba a sus amigas entre el río de mujeres. Ellas le prometieron que la buscarían, pero no sucedió: estaba sola.
El 8 de marzo de 2020 fue la primera vez que Joan asistía a un evento feminista: hace dos años se descubrió como una mujer trans. “Mira ahí hay una chica trans, ¿ya viste su pancarta?”, me dijo emocionada, entre el canto y la caminata. Su voz, muchas veces bajita, fue mezclados con la voz de las otras mujeres hasta ganar fuerza y convertirse en un grito. Ahí, aplaudiendo, cantando y brincando, portando orgullosa una pañoleta verde, desapareció su miedo: en esa marcha ella era una estrella más. Por primera vez en su vida estaba feliz, tanto como si hubiera ido a un concierto de Ariana Grande, su artista favorita.
Esta nueva felicidad —nunca sentida antes, me recalcó más de una vez— alcanzó su clímax luego de un viaje exprés a Ciudad de México para recibir un documento oficial: su acta de nacimiento, que hace oficial ante las autoridades y la gente su nueva identidad. Jonathan Noé, que durante mucho tiempo creyó ser un hombre homosexual, ahora es Alea Joan: una mujer trans.
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